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José, a sus 35 años nos cuenta cómo ha sido su proceso personal en el Coaching de Identidad. Un camino de encuentro consigo mismo y afianzamiento de su identidad.
Si resulta duro aceptar que sufres atracción hacia personas de tu mismo sexo (AMS), mucho más es reconocer que “NO ERES GAY”.
Cuando se experimenta que lo que se vende como “vida o ambiente gay” produce más insatisfacción que una vida fuera de este, no queda otra opción que la de optar por ir contracorriente y rechazar esa vida falsamente “alegre” que el mundo vende como propia del que sufre dicha atracción (AMS), digo sufre porque la atracción homosexual es un sufrimiento, una carga pesada, una cruz dolorosa.
No reconocerse como “gay” cuando ha costado tanto aceptar que tienes una atracción homo-erótica es una tarea titánica, puesto que debes luchar contra ti mismo, contra el mundo y contra el ambiente gay. Esa tarea en solitario es imposible, ya que avanzas muy lentamente y llegas a un punto en el que dejas de hacerlo por falta de apoyo y argumentos que te ayuden a comprender lo que vives. En el fondo de uno mismo está la firme convicción de que ese es el único camino posible para vivir plenamente. No se trata de “curar” la homosexualidad o de convertir al homosexual en heterosexual, sino de comprender los sentimientos y experiencias que encierran esa inclinación, la homosexualidad es síntoma externo de una gran herida interior.
Aparece una esperanza en mi vida
En mi proceso, tras diez años de batalla solitaria contra esta atracción y varias terapias psicológicas que no llegaban a la raíz del problema, pasé por una fuerte crisis ansioso-depresiva recurrente y un bloqueo emocional. Pero, había algo en mí que me empujaba a pedir ayuda especializada que fuese directa a la herida que siempre se reabría siguiendo el mismo patrón: sentimiento de no pertenencia-rechazo, tristeza-decepción-autocensura y autocompasión, no aceptación del pasado y miedo al futuro.
Visito a Elena y ese mismo día en el autobús de vuelta a mi ciudad, una luz de esperanza se abre y ese miedo-tristeza que me invadía, se atenúa: lo que vivo tiene explicación y alivio, aparece una esperanza: los pensamientos del tipo: “siempre me pasa lo mismo” o “siempre será igual”, por fin, van a sufrir un giro.
Abordar la autoestima
El primer trabajo es el de abordar la autoestima, que en mi caso estaba por los suelos a pesar de tener una vida exitosa para el mundo: trabajo, dinero, piso, coche. Un extenso trabajo para situar mi autoestima y autoconcepción personal en niveles aceptables para poder seguir avanzando, analizando y descubriendo la relación pensamiento-sentimiento. Descubro que me avergüenzo de mi mismo, sobre todo en ambientes masculinos y que en mi hay dificultades con el apego derivadas del narcisismo familiar vivido. Mi enemigo no es la homosexualidad, son la vergüenza de mi mismo y la no aceptación de mi mismo, ambas autopercepciones erróneas me arrojan una y otra vez al pozo de la depresión y el desánimo.
Reconciliándome con mi propia historia
La siguiente tarea intensa y dolorosa pero necesaria es la de reconciliarme con mi propia historia. Fue necesario aceptar y tomar conciencia de mi personalidad melancólica, sensible, introspectiva, con un gran mundo interior donde, debido a la amenaza que suponía para mis sentimientos tanto el ambiente familiar como el social, quedaban encerradas mis emociones hasta el punto de disociarme de ellas, en lugar de sacarlas afuera y expresarlas.
Mi padre trabajando de noche y durmiendo de día se ocupaba poco de mi y mis hermanos, mi madre sobreprotectora y dominante daba mucha importancia a la parte asistencial, pero dando de lado el aspecto emociona.
Uno de los autores trabajados en el proceso lo define muy bien: “papá no me lleva y mamá no me deja ir”. Para completar el cuadro, un hermano mayor percibido como duro, distante, sin muestras de aprecio, no me ponía las cosas fáciles.
Sin abuelos, sin muchas amistades en la familia… hacen que mis primeras experiencias de socialización no fueran las más adecuadas así que, al empezar la escuela yo me mostraba retraído, reservado y tímido, adoptando el rol de “niño bueno que no da problemas”.
Desde muy pequeño me dije a mi mismo que el mundo exterior era peligroso así que, oculté a los demás mis deseos, mis sueños…mi interior y tuve que aprender a defenderme por mi mismo, “sin guía, si amor, sin crianza”.
Autoconocimiento para seguir madurando
Después de muchos años de ocultar sentimientos, de negar los problemas, de no aceptación y rechazo, muchas emociones no se llevan a percibir o se vuelven inconscientes y solo salen a la luz con otras formas de comunicación como son las artes: dibujo, literatura, música…así el diario emocional, el diario creativo y el trabajo con el niño interior, trabajados en el proceso con Elena, han constituido la base del autoconocimiento en esta etapa para seguir madurando como persona completa, reconciliándome y aceptando mi propia historia.
Fisioterapia del corazón
En el proceso de comprender mi tendencia homosexual fue fundamental descubrir la distinción entre admiración, atracción y sexualización con respecto a los chicos en los que me fijaba. Mi táctica hasta ese momento era la evitación, ésta me había protegido pero, no sanaba ni explicaba la situación que vivía.
Lo que me atraía en los chicos en los que me fijaba era lo que yo no tenía o creía que no tenía, lo anhelaba, sentía que me faltaba y al verlo en otros, trataba de apropiarme de ello, a un nivel casi inconsciente, sexualizándolo.
De la mano de Elena, autores como Nicolosi, Aardweg, Irala, Esparza, Nouwen…, me ayudan a comprender lo que siento, a desbloquear los sentimientos, enfrentándome a mi realidad, sacando mi verdadero yo del encierro en el que se encontraba, que es mucho más grande y oscuro que un simple armario, a deshacer nudos interiores duros y antiguos, como hiciera un fisioterapeuta del corazón.
En la base de toda mi inclinación se halla el modelo de masculinidad que me había construido (el de un tipo fuerte física y psíquicamente, atractivo, seguro de sí mismo como el superman de C.Reeve) y, en el que yo no encajaba al ser alguien sensible, espiritual y para nada me consideraba fuerte ni físicamente ni psicológicamente.
Me sentía una persona inacabada e incompleta así que, como no encajaba en ese modelo de masculinidad pensaba – y es lo que se fomenta – que era defectuoso, estaba mal hecho y que pertenecía a una clase intermedia entre hombre y mujer. Todo esto, sin considerar la posibilidad de que existen muchos modelos de masculinidad y que Dios todo lo hace bien, aunque aparentemente no lo parezca.
Rehacerme como hombre completo
No huir, no evitar, afrontar y enfrentar… son los términos más utilizados en este proceso de rehacerme como hombre completo. El prototipo inculcado y asumido de “niño bueno” conlleva reprimir y desconectarme de mi cuerpo, de mis sentimientos y emociones que se hacen difíciles de manejar como el enfado, la tristeza, la rabia, la ira que, al no manifestarse abiertamente de forma adecuada, quedaban ocultas y reprimidas, con la tensión que ello supone, mostrando siempre la cara buena. Es decir, externamente era pacifico y complaciente pero interiormente yo era un volcán que cuando llegaba al límite explotaba, además de que, emocionalmente se podría decir que era un zombi “ni sentía, ni padecía”. Se desmonta la errónea convicción de que las emociones negativas desaparecen al no exteriorizarlas, la clave está en no huir sino afrontarlas de la manera más correcta.
Como la mayor dificultad de relación la tenía con los chicos, han sido muy importantes los encuentros virtuales sanos con otros hombres mayores y jóvenes con la misma vivencia, para salir de mi mismo, ver que otros te entienden, que no eres el único que tiene esa experiencia, poder compartir lo que vivo y siento y así, fortalecer y afianzar los logros alcanzados.
Como se puede apreciar poco o nada he hablado de sexualidad, porque ese aspecto resulta “anecdótico” ante toda la madeja de emociones, sentimientos y pensamientos que encierra la atracción homosexual.
La mejor versión de nosotros mismos
Un intenso trabajo del dolor acumulado que a pesar de su dureza, merece la pena realizar para que emerja el hombre genuino, auténtico, espontáneo y transparente que se lleva dentro y que Dios quiere que lleguemos a ser: la mejor versión de nosotros mismos.