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Cuando cumplí los 13 años, mi cuerpo empezó a cambiar, supongo que eran cosas de la edad. Las hormonas circulaban por mi torrente sanguíneo haciendo su trabajo, así que mi cuerpo se mostraba mucho más femenino que de pequeña y la idea de ser un niño dejó de obsesionarme tanto, pero siguió estando presente en mis sueños.
La atracción hacia las chicas de mi alrededor era muy real, sobretodo me gustaban chicas mayores que yo que me hacían sentir especial. Me acuerdo que en ese tiempo cayeron en mis manos algunas revistas pornográficas que le dieron a mis pensamientos un exceso de información que no necesitaban. Empecé a tener problemas con la masturbación (sé que muchos adolescentes se masturban y no lo consideran un problema, pero en mi caso sí lo era porque lo necesitaba todos los días, o varias veces al día y era como una droga).
Durante ese tiempo, mi nivel de percepciones se dañó enormemente. Siempre pensaba que la gente no me aceptaba como era, que no querían estar conmigo… Tenía un buen grupo de amigas, pero yo siempre pensaba que no encajaba, que en algún momento me iban a “echar de su grupo”. Era muy doloroso para mí.
Además de esto, el ambiente en casa no ayudaba mucho. En casa las peleas entre mis padres eran casi diarias, mi padre debido a su enfermedad se había vuelto muy agresivo y a veces nos insultaba, y varias veces llegó a sacarme a la calle por discusiones. En esos días yo pasaba horas fuera de mi casa, sin saber muy bien que me iba a encontrar al volver a casa.
Mi madre empezó a refugiarse en mí, a buscar consuelo en mí. Me contaba sus problemas matrimoniales, me decía que los hombres eran malos, que mira como era mi padre, que todos eran iguales. El derrame cerebral que sufrió mi padre no era una excusa para ella. Mi cabeza y mi corazón se volvieron duros ante estas palabras, trataba de protegerla en las peleas con mi padre, y siempre me ponía de parte de mi madre.
Estas son algunas causas también que hacían que yo dudase de mi identidad. Durante esos años, pasó algo inesperado. Un primo de mi padre, salió del armario, y se declaró públicamente gay, nos presentó a su novio en la familia. Mi padre hacía muchos chistes a sus espaldas, pero cuando estaba delante le trataba con fingido respeto. Así que empecé a darme cuenta que lo que me pasaba a mí, no era tan raro o poco común. En mi casa se decía, que el primo de mi padre tenía algún tipo de enfermedad, no mental, pero sí algún tipo de patología hormonal que le hacía ser así y que le gustasen los hombres. El primo de mi padre saltaba de una relación a otra, tenía problemas con las drogas y a veces pasaban largas temporadas sin saber nada de él.
A los 16 años sabía de sobra que me gustaban las mujeres, aunque alguna vez también me fijaba en chicos, “sabía que yo era homosexual” y en ese momento pensé que yo también tendría algún tipo de patología hormonal.
Esos años antes de la universidad, no fueron agradables. Las chicas me obsesionaban, empecé a cambiar muchas cosas de mi personalidad, dejé de ser yo misma para agradar a los demás, me convertí en la protectora de mi madre y, de cualquier mujer que estuviese en problemas. Mi corazón se confundió y pensé que no había vuelta atrás. No me sentía cómoda entre mujeres, tampoco entre los hombres. Siempre con envidias y con un sentimiento de inferioridad muy grande.
A veces, besaba algunos chicos de mi clase o estando de fiesta, pero yo no sentía nada, solo dolor en mi corazón…pero yo quería que me gustasen.
Cuando yo era adolescente, las nuevas tecnologías comenzaban a tomar forma, pero nada que ver con las múltiples opciones que hay ahora. No todos los adolescentes teníamos móvil o internet en casa. Por lo que no podía investigar más sobre el tema. En ese tiempo, el silencio se convirtió en mi “mejor” compañero. Pero es un silencio que duele.
Mis amigos/as que ahora son tan tolerantes o modernos con el tema de los gays y las lesbianas, en nuestra adolescencia hacían muchos comentarios despectivos. He conocido a otras personas que han pasado por lo mismo que yo. Es lo que Elena llama el “estigma social de la homosexualidad”, ese que te hunde más.
Hubiese agradecido mucho haber escuchado otra cosa en mi adolescencia diferente a;
“estás enferma” si eres homosexual, o
“la única solución es que lo vivas en silencio”, o
“no hay nada que hacer con esos sentimientos”, o
“si tienes suerte”, como el primo de mi padre puede que “parezcas feliz” entrando y saliendo de una relación.
Hubiese agradecido que alguien me hubiese dicho que había un proceso que podía ayudarme…