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Os presento a Álvaro, un médico joven portugués, no llega a los 40 años, le conozco hace ya 4 años.
Aunque vive en Portugal y nuestras sesiones han sido mayormente a través de video-conferencia, he tenido la suerte de coincidir en persona en varias ocasiones. Esto me ha ayudado a conocer a una persona noble, sincera, cercana y muy comprometida en la búsqueda de su verdad e identidad.
Me alegra mucho poder compartir el testimonio de Álvaro.
¡FELIZ NUEVO «YO»!
Creo que tiene mucho sentido que, una vez hecho este camino en el Coaching de Identidad, os haga un resumen como reflexión personal y, si es posible, para que sirva de testimonio y de luz a otros.
Tengo menos de 40 años en el momento en que escribo este texto y empecé a ser acompañado por Elena Lorenzo hace poco más de cuatro años. ¿Cómo llegué hasta aquí?
Me resulta difícil hacer un resumen, vamos a ver hasta donde soy capaz de recordar.
La primera vez que recuerdo haber tenido algo similar a la atracción a jóvenes varones fue a los 16 años. Estando en secundaria, supe por mi madre que un familiar nuestro (con quien nunca tuve mucha cercanía) vivía activamente la homosexualidad, y a la vez en el colegio un chico uno o dos años más mayor había comenzado a llamarme la atención. Recuerdo que yo le miraba como el ideal de perfección y belleza, ni siquiera había hablado nunca con él. Después de esto empecé a admirar a otro chico y ya al final de secundaria me reprochaba interiormente por no ser atractivo físicamente ni tener seguridad en mí «como los demás».
Vino el periodo universitario: cambio de ciudad, se fue al norte, cambio también de colegas y de amigos. Encontré en una residencia universitaria toda de chicos, lo más parecido a una familia. Allí hice muy buenos amigos, de hecho, en la actualidad algunos de mis mejores amigos son de aquella época. Sin embargo, este fue también un período de mucho «auto-reproche» interiormente y a veces exteriormente, me sentía menos hombre en comparación con mis compañeros de casa. No me gustaban mucho los deportes – algo muy valorado en ese contexto – claro, hay que tener en cuenta que yo era delgado, con barriguita y poco atlético.
Aunque sentía atracción por algunos residentes, recuerdo, que cuando empecé a salir con quien fue mi primera novia, compañera de la universidad, la atracción por chicos disminuyó considerablemente, pero eso sí, persistió sin embargo un auto-desprecio de fondo, latente, a veces inaudible, pero que frecuentemente me hacía sentir algo deprimido.
Terminada la carrera de medicina y la especialidad, la atracción a chicos no me afectaba tanto ni la sentía con intensidad, lo que si seguía presente eran los frecuentes períodos de desánimo, aunque no llegaban a ser una depresión.
Como había terminado una relación de un año y pico con una chica, quedarme en esa misma ciudad para vivir y trabajar no lo vi muy claro, además me sentía muy solo. Así que volví a mi tierra natal, a casa de mis padres. ¡Sorpresa!
Me adapté mejor de lo que pensaba, pero … eso era sólo en la superficie. Al año y medio, la atracción por otros hombres se volvió a presentar, pero esta vez de una manera más frecuente e intensa. Los sentimientos eran más avasalladores y venían acompañados de un auto-desprecio que no conseguía vencer.
En 2013 leí el testimonio de un terapeuta en la web «Religión en Libertad» y empecé un proceso con él, di los primeros pasos en mi proceso personal. Como cada caminante tiene su camino, al cabo de algún tiempo me di cuenta de que yo necesitaba otra metodología. Había asistido a un taller en Madrid donde se hablaban de estos temas, les escribí y fue así como llegué a Elena.
Al inicio del proceso, recuerdo haberle dicho: «Elena, creo que esto de la AMS no es lo mejor para mí, pero al mismo tiempo pienso: ‘¿qué culpa tengo yo de que a mi me atraigan los hombres? ¿Es posible que te deje de gustar un color, por ejemplo?’ «.
Acepté el desafío de crecer – como ella me propuso entonces, ese paso fue decisivo para mi. Confieso que algunas veces dudé de los resultados de la metodología, de los ejercicios propuestos. Pero la confianza que se deposita – un poco a semejanza de lo que me sucede a mi con mis pacientes – es absolutamente fundamental, y puedo decir que siempre he confiado en Elena. Naturalmente, tuve altos y bajos.
He tenido períodos con bastante dependencia a chats en Internet, con perjuicio importante en mis horas de sueño, mi estado anímico y la capacidad de trabajo. Aquí se hizo evidente que las 3 «F» que se desprenden de vivir inmerso en este mundillo (Fácil, Frágil y Falso) estaban alimentando mi auto-conmiseración. Después comprendí que eran un impedimento para encontrarme conmigo mismo.
Con el paso del tiempo, fui percibiendo también que el haber vuelto a casa de mis padres era el nuevo detonante principal de mis estados anímicos. El revivir más o menos conscientemente patrones de relación familiar que ya en la infancia y adolescencia existían: mayor proximidad con mi madre; el rechazo y la no validación de mi masculinidad por parte de mi padre … Con mi padre yo reaccionaba rechazando las frecuentes indelicadezas conmigo, con mi madre y con otras personas… Todas esto me ayudó a experimentar, ahora conscientemente la repercusión que había tenido en mi en mí todo ello y nunca antes me había dado cuenta.
Lógicamente, si yo no estaba bien conmigo mismo, ¿cómo iba a poder estar con los demás, ya fuese una relación de amistad con un amigo o en una relación de noviazgo? Ahora comprendo y acepto las limitaciones de mis padres con respecto a mi y me siento mucho más reconciliado con ellos.
Cuidé mi alimentación y el ejercicio, obteniendo buenos resultados físicos. Esto me ayudó a conectarme conmigo mismo, con mi cuerpo y constatar que con trabajo y constancia se consiguen resultados. Después de algunos años viviendo con mis padres, salí definitivamente de su casa – este fue otro paso fundamental.
Pasados estos años, miro cómo era yo antes y surge en mi gratitud “hacia mis propias heridas” porque me permitió a lo largo de los últimos años conocerme mejor y de una forma insospechada y, además, me veo reconciliado conmigo mismo. Afirmo esto hoy porque tengo muy claro que:
- lo que siento acerca de un determinado suceso de vida depende efectivamente de lo que pienso acerca del mismo;
- lo que pienso de determinada situación puede fácilmente estar muy condicionado por pensamientos distorsionados, por ejemplo: la “argumentación emocional” y por “falsas creencias” y ¡ese “perfeccionismo patológico”, que es quizás el mayor villano de la historia!: estos sabotean mi autoestima y me impiden ser yo mismo;
- yo no me conocía bien y no tenía conciencia de ello. En consecuencia, no tenía la libertad de ser yo mismo y por eso, actuaba de manera insegura y temerosa, con períodos depresivos frecuentes. En otras palabras, hasta hace menos de dos años no sabía la importancia en mi de la invalidación de mi masculinidad y es por ello que, perseguía un modelo estereotipado del «ser bello y bueno» – el “hombre de éxito” que a mi me hacía sentir inferior e idealizar a otros hombres. Si lo piensas, ¿Es que solo hay una forma y un modelo de “ser bello y bueno”?
- aunque no sepa si voy a casarme, no quiero volver a ser esclavo de una mentira;
- quiero seguir manteniendo los cuidados necesarios a mi «niño interior» para seguir siendo verdaderamente yo.
Quiero naturalmente agradecer a Elena por acompañarme en este recorrido. A pesar de que no es necesario tener fe cristiana para emprender este camino, quisiera añadir que los cristianos tenemos teóricamente la ventaja de que, con los ojos de la fe, logramos que las dificultades no nos aplasten. Creo que mi fe era al principio demasiado pequeña para poder “ver” el significado real de los obstáculos interiores. Por eso, también debo una palabra de gratitud a John Eldredge, autor de “Salvaje de Corazón” y “La travesía del corazón salvaje”, por haberme enseñado una verdad de la Fe todavía poco explorada: la mansedumbre y la humildad de corazón de Cristo no contradicen sus gestos valerosos y enérgicos que constatamos en los Evangelios.
Y también siendo Jesús, hijo de María, “verdadero Hombre”, ¿por qué no tenerle a Él como el verdadero modelo de masculinidad?