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Después de haber contado a grandes rasgos en la “Historia de un desierto” lo que ha supuesto para mí el proceso de coaching iniciado con Elena hace ya más de un año, me gustaría hablar con más detalle de las etapas por las que he ido atravesando, desde el comienzo hasta la actualidad.
Como ya contaba en el texto anterior, después de tantos años guardándome mi conflicto interior sin hablar con nadie sobre ello, jamás me olvidaré de cómo fue mi primer encuentro con Elena. Tras una primera llamada telefónica, en la que yo sentía vergüenza y miedo a partes iguales, por fin llegó el momento del encuentro personal.
Lo cierto es que todo fue mucho mejor de lo que me esperaba. Por primera vez, sentí en mí una mirada que no me juzgaba ni me criticaba por lo que yo erróneamente pensaba sobre mi. Hablar abiertamente con alguien sobre este tema, aunque fuese un desconocido, fue una experiencia muy sanadora para mí. En absoluto noté ninguna incomodidad, sino más bien todo lo contrario, supuso toda una liberación.
Durante estas primeras sesiones aprendí que tener sentimientos de atracción por personas de tu mismo sexo, era para mi una confusión muy normal y común, que suele aparecer durante el periodo de la adolescencia. Estas dudas en la identidad se da cuando concurren una serie de circunstancias y heridas de la afectividad en el pasado, teniendo también en cuenta que cada persona es un mundo completamente diferente y que cada caso es único. Sin embargo, no es nada por lo que preocuparse en exceso, ya que una vez hayan sanado esas heridas del corazón, desaparece esta confusión, casi por sí solo.
Este periodo fue de gran ayuda para mí, ya que intenté discernir a través de la historia de mi vida las causas de mis heridas. A pesar de que obligarme a enfrentarme a ello no fue tarea fácil, al final llegué a la conclusión de que mi gran inseguridad en mí mismo, que denotaba una enorme falta de autoestima, unido a las malas relaciones que siempre había tenido con los miembros varones de mi familia, junto con una gran sensibilidad que ha caracterizado mi temperamento desde muy niño, fueron clave para fomentar en mí la aparición de dudas y confusión en mi identidad durante mi adolescencia.
A través de diferentes libros y testimonios que me ayudaron a ver mi vida reflejada con una mayor claridad, poco a poco pude reflexionar con calma sobre todos aquellos sucesos que marcaron profundamente mi vida. Aunque en un principio yo me consideraba bastante escéptico con todo lo que estaba haciendo, realmente supuso un gran cambio para mí.
Nunca hubo ningún acontecimiento que marcase un antes y un después, sino que fue un proceso que poco a poco fue apareciendo en base a una necesidad afectiva que, desde lo profundo de mi ser, yo anhelaba por saciar sin saber cómo. Mi gran incapacidad no sólo para comunicar, sino también para reflexionar sobre mis propios sentimientos y emociones tampoco me ayudaba a canalizar correctamente todo aquello que sentía. Mi enorme timidez y mi gran rigidez que desde niño había desarrollado me hacían tener un fuerte bloqueo emocional tanto internamente como en las relaciones con los demás.
En definitiva, yo me convertí en un adolescente algo más maduro que los chicos de mi edad, pero con fuertes complejos hacia mi persona, con una gran falta de autoestima, y con un bloqueo emocional muy profundo. Desde más pequeño, la casi inexistente relación que mantenía con mi padre, unido al rechazo continuo de mi hermano mayor hacia mí, junto con otros acontecimientos más dolorosos, contribuyeron a que interiorizase y asumiese como normal de manera inconsciente una ruptura con el mundo masculino.
Como resultado, no llegué a desarrollar una relación sana con el mundo de los hombres, provocando que me sintiera siempre más cómodo creando relaciones de amistad con chicas, y estableciendo una relación bastante dependiente con mi madre, cuya figura se mantenía como el único referente en mi familia con el que tenía una relación normal.
Finalmente, todos los desórdenes interiores que yo tenía provocaron mi confusión en mi propia identidad. Al no saber cómo gestionarlo por mi propia cuenta, y al vivir bombardeado por una sociedad que te incita constantemente a abrazar una falsa libertad sexual basada en el hedonismo y el egoísmo, llegué a aceptar que yo no era más que uno de esos casos que directamente se cataloga como gay.
Ser consciente de todas estas cosas me ayudó enormemente a tener un mayor conocimiento de mí mismo, a conocer cada vez más mis debilidades y fortalezas, y a valorar aquellas cualidades que me hacen único.
Todo ello derivó en un gran crecimiento para mi persona. Dar también la cara a todo aquello que me había producido un gran sufrimiento desde mi niñez hizo que se removieran los cimientos de mi persona como nunca antes; no para debilitarlos y sumirlos en una gran confusión como otras veces, sino para hacer que crecieran fuertes de nuevo.
Estudiar y meditar sobre las posibles causas, me hizo mucho bien, ya que me ayudó a tomar conciencia de todo aquello que tenía que trabajar y mejorar para crecer realmente. Supuso una gran concienciación para mí, y un perfecto punto de partida. No es fácil para nadie enfrentarse a las heridas que casi todos arrastramos desde el pasado, pero realmente hacerlo es necesario, para que finalmente drenen y se terminen por sanar.
Gracias a Dios, lo que yo acababa de empezar era un camino que ha terminado por contribuir a hacer de mí una persona completamente diferente, superando mis complejos y mis ataduras del pasado, y sobre todo, curando todas aquellas heridas de mi afectividad que me impedían llegar a ser feliz.